miércoles, 22 de junio de 2016

UNA HORA ANTES

Una hora antes, mientras aquel Jim Morrison engominado atacaba la canción dedicada al emperador más solipsista de Roma, mi Caela seguía sudando tinta invisible de calamar africano, por ese calor que anega la isla sin respiro.
Sin embargo, yo soy un camaleón listo para atrapar la mosca tras la oreja; o tal vez una fula de bajura que se extasía golisneando los pies en el agua translúcida del océano de aquí cerquita; o quién sabe si un camaleón sahariano con las uñas pintadas con el tinte de los gueldes y las fulas y las patas de harina.
Entre mi Caela y yo todo va bien, aunque no me extrañaría que cualquier día saltase la liebre en plena cohabitación. En ese caso, ella sería liebre y yo tortuga corredora hasta el final de mis días (porque a estas alturas de mi vida tengo agotado el cupo de viáticos). Y aunque fuese todo de otra forma y a mí me confundieran con Aquiles, daría lo mismo.

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