miércoles, 26 de octubre de 2016

MOZÁRABE Y MUDÉJAR

     Cuando estoy con mis amigos, sean estos los que sean -y tengo muchos, pero no demasiados-, soy mudéjar y mozárabe al mismo tiempo. 
     Vivo entre ellos pero siento que no soy como ellos. Y eso que pago mis tributos. Sobre todo con la moneda más común de todas, el esperanto esperpéntico de los humanos: la soledad. Me siento solo y en minoría. Puedo estar entre ellos aunque no comparta su fe. He tenido una fe múltiple que he ido abandonando una a una hasta el punto de ya no tener ninguna que sea inquebrantable. Así que, practique la que practique, al igual que mis amigos, siempre será una fe sin contrato, perecedera... interinidades del ser. 
     Así las cosas, no puedo estar seguro, ni limpio, de albergar en mi interior oscuridades. Cuando miro para mis adentros, veo racimos de oscuridades mezcladas con cualquier cosa. Cosas que, a pesar de todo, mantienen un brillo tan atractivo como oscuro. Diríase que tienen una belleza al límite de lo que casi no se puede ya mirar. Una belleza que tiñe todo lo que toca con las tonalidades inquietantes de las sombras.
      ¿Cómo vivir juntos lo suficientemente separados? No es la única, tengo también otras vicisitudes. 
     La gente cuando duerme sueña sueños abigarrados a los que no se atreven a llamar pesadillas pero que lo son. En ellos se producen en serie monstruos patrióticos o deformidades étnicas o parcialidades éticas partidistas de un lado y de otro, con toda la imaginería teratogénica que ustedes quieran. En esos sueños siempre está presente la lógica paradójica del dentrofuera, amigoenemigo, unouotro, amoriodio. En esos sueños se pintan todas las tonalidades de la ira y del apego, que engloban y unen expulsando. Casi siempre por motivos puramente proteicos, su denominador común es la Cosa Nostra.
     El término de Nosotros incluye la otredad en su seno imposible, esto lo sabíamos sin querer saberlo. Nunca formamos unidad porque hasta en nuestro propio interior somos diversos, al menos dos que siempre divergen. Es la paradoja que nos guarda el destino: ser como los puercoespínes de Schopenhauer (y de Freud), que cuando tienen frío se arriman los unos a los otros y en ese gesto, que alguno podría pensar cariñoso, no pueden evitar clavarse las púas entre sí.
     ¡Qué destino tan funesto! Pero, ¿hay salida? Sí, claro que la hay, pero no es fácil conseguirla. Hay que dar vueltas y hacerse muchas preguntas antes de dar con el camino.
     Soy mozárabe. También mudéjar. Y lo que haga falta. Esta disposición general para ser y hacer cualquier cosa tal vez me ayude a entender lo que me vengo repitiendo desde mi primera capilla, desde cada vez que ceno calamares: Ser hombre para el hombre es peor que ser lobo para el ….

     Me llamo Aristóbulo, soy terrestre, me zambullo en el mar y tengo alas en mi caparazón.

martes, 4 de octubre de 2016

EL MONO DE ZARATUSTRA ¿ACASO ES UN MONO CREATIVO Y RESPONSABLE?

El País es un periódico que dejé de leer sistemáticamente, de modo que ahora lo leo sólo de vez en cuando por motivos literarios. Desde el domingo pasado decidí dejar de hacerlo definitivamente. Este fin de semana una voz telefónica me advirtió que no se me ocurriera leer el artículo de Mario Vargas Llosa sobre la utilidad de los filósofos, ¿Para qué los filósofos? Ni que decir tiene que la desobedecí en un pispás, dejando a la voz clamando en su desierto telefónico.
Era un artículo de opinión de andar por casa, no de doxa, que tiene su punto de partida en lo que supuso para él el libro de Jean-François Revel Para qué los filósofos (de 1957, reeditado en 1971). 
Por lo leo en su artículo, en la filosofía del último medio siglo, echa de menos la valentía creativa y lúcida de dos filósofos que para él ocupan con pleno derecho una indiscutible titularidad filosófica. Jean-François Revel (que no deja títere con cabeza) y Raymond Aron (esencialmente cristiano y antimarxista) son dos figurantes indiscutibles que leen la cartilla a todos los pensadores que por entonces dejaron ya su impronta indeleble, mal que le pese a D. Mario. Y no lo digo por  los primeros patos de feria que se movían por el salón de los disparos, Heidegger, Lacan, Lévi-Strauss. Revel sólo rescata al Sartre de El ser y la nada y a Freud (¿?). De éste último hace "una reivindicación beligerante contra ciertos psicoanalistas, como Jacques Lacan quién frivoliza y enreda grotescamente las ideas de Freud para construirse un vanidoso monumento a sí mismo".  Y como guinda añade un ramo floral muy personal: "Para quienes hemos perdido muchas horas tratando de entender a Lacan (sin conseguirlo), la dura crítica que le merece a Revel resulta alentadora". Así ajusta cuentas. Al leerla, con todo el respeto, no pude impedir que se me impusiera la famosa fábula donde Esopo viene a decir que la uva agraz no exime a la zorra de su impotencia.
Después, continúa moviéndose siempre en un discurso fiduciario, es decir, de plena confianza en su tutor Revel, a quien le atribuye un profundo conocimiento de la filosofía desde Platón y Aristóteles, a Leibniz, Descartes, Pascal, Kant y Hegel... 
No se termina de entender bien qué quiere decir. De las palabras de D. Mario hay que colegir, por ejemplo, que Heidegger no tenía conocimientos filosóficos suficientes. Y habla precisamente de un autor con gran influencia en el exonerado Sartre. Después vinieron las críticas a Althusser, Foucault, Roland Barthes y Derrida (no sé por qué no mete también a Deleuze), fundamentándolas en el uso que de ellos hacían los izquierdistas del mayo del 68 por su utilidad para la "liberación del proletariado". 
Hasta aquí la glosa elogiosa que Vargas hace de Revel (por cierto, de Aron, ni asomo). Lo mejor la guinda: termina diciéndonos que después de la publicación de su libro, Revel abandonó la filosofía y se dedicó al periodismo beligerante. Brillante carrera, sí señor. Y, ¡vaya!, como la filosofía no le daba para vivir ni material ni espiritualmente, se marchó a las barricadas de la moderna verdad mentirosa. Eso da a entender Mario Vargas Llosa.
El artículo lo termina con una de esas reflexiones de padre y prior mío que quiere hacerse profunda y que no ahonda en la oscuridad de un somero charco de lluvia: "Por encima y por debajo de la virulencia intelectual que anima este ensayo de Revel, algo sigue ahora tan válido como entonces: la nostalgia de una vida intelectual creativa y responsable, que ayude a ver claro aquello que parece confuso y en la que las ideas rivalicen y jueguen un papel central en la búsqueda de soluciones para los escalofriantes problemas que enfrenta el mundo de hoy".
 ¿La vida intelectual creativa y responsable no existe más allá o más acá de usted y sus amigos "filósofos"? Imagino que se referirá al mundo propio, plagado de los problemas escalofriantes de la sociedad del espectáculo de papel maché -en el que participa-, y en el papel detourné -que ahora ilustra.
En cuanto al debate creativo e inteligente no sé si alecciona a los periodistas del Ibex-35 a que lean y lean y vuelvan a leer a Jean-François Revel. A lo mejor va Alfaguara y lo reedita con un prólogo suyo y todo. 
Ahora, inmerso en la estupefacción en la que me ha sumido este artículo escucho una voz interior que me repite:
"Es como el mono de Zaratrusta que habla sucumbiendo a la tentación más fácil: la ignaridad¨. Como decimos mucho en mi tierra: ¡es falta de ignorancia! Otros la denominan inteligencia ciega. Hace tiempo que decidió adentrarse en el camino de la notoriedad y, por lo que se ve, cada vez anda más perdido.


Aristóbulo
Alguien debía hacerlo