Acabo de
tomar el primer café con un colega. En un recodo de la conversación,
de repente surge un tema. Los vampiros y la melancolía. Ahí es
nada, nos dijimos. Tema oscuro y hasta cierto punto disparatado si no
se ve la metáfora de sus alas.
En
principio, son sujetos exiliados de la existencia (¿muertos? sí,
parecen estar muertos porque es posible la muerte del sujeto como
tal). Son sujetos sin un lugar donde acomodarse que no sea un cuerpo
sufriente, tal vez debido a la inflación mortificadora de algo que
debería faltar. Sujetos que necesitan la sangre viva que ellos
perdieron; ahora bien, parece que a través de sus transformaciones
(ellos lo intentan todo con los ideales), quieren ser como los demás
y en ocasiones quieren ocupar sus lugares para aprender a vivir; tal
vez por eso ¿necesiten? savia nueva como intento de dejar de ser un
desecho vanidoso.
Todo esto no
lo teníamos muy claro, aunque sí coincidimos que son seres
enigmáticos. Todos sufren, aunque eso no les impide a muchos
convivir con la genialidad treinta veces problematizada, que dirían
los aristotélicos. Podría decirse que, de alguna manera, están
muertos aunque se sienten inmortales. Además, estos sujetos
vampíricos no pueden dejar de repetir día tras día exactamente lo
mismo, del ataúd a la nocturnidad no sin cierto regodeo en su
mirada. Su vida inexistente gira entre el sueño diurno y el
tenebroso reptar nocherniego, a la vez volátil y terrestre, que les
encierra entre los estrechos muros del lubrican y el rosicler. Sin
embargo, pese a estar durmiendo falsamente casi todo el tiempo, ellos
tienen la certeza de habitar un tiempo dilatado, o estancado si lo
prefieren, un perpetuo presente donde la vida duele en plena
oscuridad. Una eterna repetición sin poderse quitar de encima la
carga sisífica de la propia vida. Habitan ese tiempo repetido con la
imposibilidad añadida de morir de muerte física ─la primera
muerte─, cuando descubren que ya están muertos de la segunda, la
simbólica. A veces se tienen a sí mismos como seres indignos, como
resto de una operación que tratan de explicar. Y aunque encuentren
algún motivo parecen estar inmersos en una suerte de inexistencia
viva. Ahí radica lo insoportable. A la espera quizás de una
reunificación definitiva rompiendo el insoportable espejo que les
devuelve lo que no se ve pero que se sabe ahí. Su único anhelo
puede ser ir más allá de su historia para inscribirse al fin de
otro modo, pagando un alto precio ya sin apelación posible.
Al llegar al
segundo corto de café, son muchas las reflexiones que nos asaltan en
el sendero de ideas abruptas por el que andamos ahora. ¿De dónde
viene la recomendación de romperles definitivamente el corazón?
¿Acaso para dejarlos en la estacada mientras duermen el sueño
eterno en pleno día de la vida?
Como retorno
de toda esta elucubración dialógica llega la inevitable pregunta
¿cómo estar ahí sin ser un maestro corrector de radio ECCA, un
director espiritual, un psi infatuado y desafiante que tal vez ha
desayunado demasiado, o uno de esos otros psi que juegan al
recauchutado porque les encanta el bricolaje pastoral o la sumatoria
culinaria?
Tal vez sólo
haya una oportunidad que exige situarse más allá del momento de
concluir para ver más claro (pero ¿qué digo?) y mucho más acá de
la prisa y de la plegaria... y de tantas cosas más de las que
seguiremos hablando.
Se acabó la
cafetera ─resultó ser de dos tazas─, y mi colega se había ido
para atender el móvil, (no sé por qué le suena tanto). Ahora que
lo pienso, él sólo toma los aromas del café. Las dos tazas me las
bebí yo como si fuera un murciélago cafeínico que cuenta una y
otra vez el mismo número de sus vocales y consonantes.
En estos
momentos me acuerdo tanto de la reflexión freudiana... los
pensadores con motor de dos tiempos lo tienen más difícil. Son
mejores los motores cuaternarios, a la larga vas más rápido. Como
consuelo les sugiero una vieja cantinela oída una vez, hace ya mucho
tiempo en Transilvania, cuya letra dice:
“Andrés,
Andrés,
repásate el
motor,
que se te
sale el agua
por el
carburador”.
Aristóbulo
Sainz de Iría, Enseñada (Marqués de la)
Viajero
de un tiempo instantáneo.
(16 de abril
de 2015)