martes, 16 de mayo de 2017

VERDAD. BIEN. BELLEZA.

No son virtudes, aunque mucha gente así lo crea. Entre otras muchas cosas, porque no están en el mismo plano ni tienen el mismo rango, por importante que sea cada uno. Éste último varía con las subjetividades históricas. Y puede, además, que sus nombres se escuchen en todas ellas, pero no por ello significan lo mismo.
La verdad, por empezar con ella, es muy difícil de acotar, es hermana de lo que resulta imposible por innombrable, de lo inefable que se resiste a entrar en el lenguaje. Lo innombrable es el núcleo duro del ser, situado en un más allá del límite de la ley -que, sin embargo, lo prohíbe. Esta sienta las bases del por qué la verdad no puede ser dicha toda, que a lo más, como Gracián supo ver, "las verdades siempre vienen dichas a medio decir".
Así pues, la verdad como hermana de lo innombrable, porque siempre apunta hacia él.
Sin embargo, el bien y la belleza son barreras ante lo innombrable, eso que Kant llamaba la Cosa-en-sí, y Freud, directamente en alemán, Das ding, La Cosa. Son barreras que intentan civilizar lo que no se puede entender ni explicar. Es una tarea al borde de lo imposible.
En nuestro tiempo, aunque no es una propiedad privada suya, la mentira se viste con el ropaje de lo verdadero por la vía de la sensación como guía de vida. Esto quiere decir que una de estas verdades es más verdad porque emociona, de donde la emoción pasa a ser un criterio de verdad, cuando en realidad siempre es engañosa, porque necesita disfrazarse de ese ropaje sensiblero para ser aceptada.
En relación con el mal , tampoco es algo privativo de nuestro tiempo, resulta que se ha convertido por arte de birlibirloque en una de las figuras del bien (una forma de la astucia de la razón hegeliana). Así, podríamos sospechar, tranquilamente que detrás de todo bien está siempre el concurso del mal y viceversa.
En cuanto al objeto de la belleza, durante mucho caracterizado con formas veladas guardando su misterio, ahora ya sin éste último, utiliza lo obsceno como vehículo. Lo obsceno como lo que está fuera de escena (J. M. Coetzee). Así, el objeto, o mejor, el simulacro que lo representa como si fuese real, da esa impresión porque aparece sin velo y se muestra en su exceso, para eludir su vacío, porque sólo está allí como falta y como promesa. Es más, ahora todo se ha vuelto excesivo, de tal forma, que cada uno está aislado y a solas con sus objetos engañosos. Los efectos son devastadores. Y aparecen recortadas sobre lo patológico en las nuevas clínicas, policial, judicial y psicológica... que no dan abasto en la creación de perfiles para estudiar lo inabordable.
No es allí donde hay que mirar, sino más bien hacia el feligrés, que tan pronto reza arrobado en su ser como se fanatiza en su cruzada. Es una verdadera cruzada de cables. El bien y el mal, la mentira y la verdad, lo bello y lo siniestro, están hermanados. Son como caníbales, como Caín y Abel. ¿En un juego de palabras, ahí radica su verdad? Sólo sobra una S, una S tachada que corresponde al sujeto que "no quiere saber que no puede saber que no hay saber".

Aristóbulo