lunes, 25 de octubre de 2021

LÓGICAS PITAGÓRICAS (2)

 Misterios

Demócrito reía mientras Heráclito lloraba. Esa era la norma. Así se sabía en toda la Hélade. Y cada uno vivía contento con su ser. Ellos ni habían hablado nunca en sueños ni conocían su mutua existencia aunque, sin saberlo, uno lloraba las risas del otro y viceversa. Hasta que en una ocasión se encontraron bajo la sombra tenue y fresca de un sicómoro olivado perdido en el camino de Eleusis, adonde uno iba y el otro regresaba. Apenas hablaron, pero, según se dice, de allí salieron transformados el Uno en el Otro y este en aquel. A partir de ese instante luminoso ambos cambiaron también su nombre por el de Empédocles.

Hipócrates, que iba tras la senda volcánica de ambos, con todo lo que sabía, nunca pudo diagnosticarles absolutamente  nada. Ni siquiera una simple desdobladura por partida doble, como llamaban entonces vulgarmente a la melancolía ciclotímica entre pares. A partir de aquél encuentro entre psicómoros ya olvidados, caminaron solitarios otra vez, cada uno con su risa y cada otro con su pena.

Fue en esas fechas cuando los griegos empezaron a considerar a las máscaras personas. 


Aristóbulo

In medias res

Mis antecedentes

Ed. Gloria in excelsis, Tamanrasset, 

cuarentisiete de juliembre de dosmilipico.

LÓGICAS PITAGÓRICAS (1)

Cuando hablamos con nosotros mismos como si fuéramos otro. Ya sea preguntando o respondiendo, enfadándonos o alegrándonos. Cuando hablamos con los dioses. O cuando leyendo un libro o mirando un cuadro  dialogamos con el autor… estamos en la delirancia.


Aristóbulo

Diapasones 

Tamanrasset, 20.octubre.2021

lunes, 18 de octubre de 2021

LAS TRES CIUDADES, más una

Al menos son tres las ciudades veladamente presentes en cada una de las urbes equívocas donde vivimos.

La Ciudad Fragmentada, situada más allá de toda consideración urbanística, es el compendio de todo lo que se habla de ella en taxis y bares.

La Ciudad Ideal, en cambio, descansa en la idea singular que cada uno tiene de la suya. Una ciudad que no existe ni nunca existió para los demás. Hecha de retales interesados y olvidadizos que, como todos los pecados, encubren siempre una falla mítica, una nada.

La Ciudad Especular, constituida por la comparación incesante. Pasa del cilicio a la loa en menos que canta un gallo. Los periódicos no hacen otra cosa que comparar, es decir, encubrir lo que no se quiere ni se puede ver. La falla mistérica originaria.

Hay aún una cuarta ciudad en el envés de todas las anteriores. Podríamos llamarla La Ciudad Callada. Empezando por la mía. ¿Por qué no ladran nunca los perros emblemáticos?, ¿desde cuándo?, ¿adónde fueron a parar sus ladridos?, ¿quién lo ordenó? 

Tal vez fueran ellos los organizadores de una sentada afónica en la Plaza más Mayor de la ciudad, frente a la catedral, iniciando una huelga sine die para ladrar la falla. 

Tal vez fueran sacrificados y suplidos estatuariamente por unos cínicos amaestrados por el bronce.

Según el historiador: “Tal vez, se quiera o no, desde aquel sacrificio, las principales ausencias son siempre presenciales”. 



Aristóbulo

"Tectos"
Obraria, 1327
Bolonia.

martes, 21 de septiembre de 2021

ACONTECIMIENTO

 

17. Septiembre. 2021

Aún no he nacido. Por lo que se ve, lo haré dentro de poco. Es difícil expresar lo que siento porque no es lo que esperaba. Es desconfianza. Durante meses creí que esto iba a ser más alegre. En fin, ya les iré diciendo.

Dentro de mis ilusiones más esperadas están el llegar a conocer a Rinconete, a Cortadillo, a Donald Duck (god save), a Alicia (Vikander, si puede ser) y, en general a todos los que teniendo apego a los abismos se resisten a dejarse caer… Me han dicho que allí donde voy se va a pasarlo bien. No me lo creo, mi desconfianza no se ha equivocado nunca en estos nueve meses que llevo aquí. También quiero conocer, no me pregunten por qué, a Fu Manchú. He oído hablar mucho de él como si fuese un tesoro de iniquidades. Y esto, por alguna oscura razón, constituye para mí una atracción enigmática

Mis padres todavía no han decidido mi nombre, aún andan barajando dos o tres por género.

Bueno, hasta mañana. Les diré con seguridad si he nacido o no.

 

18. Septiembre. 2021

Bueno, ya nací. Joder, cómo me costó. Empecé haciendo ejercicios de una gimnasia muy rara. De pronto estaba dentro de una especie de tubo. Era como hacer espeleología de la estrechez, pero con las paredes húmedas y muy musculosas. Había momentos en los que se estrechaban tanto que creí convertirme en una línea. Al cabo de una media hora, sin aún saber lo que era la luz, de tanta que había me quedé ciego de una ceguera nueva. Y empecé a llorar. Y me pegaron una torta en el culo. Lo que les decía, el lugar donde aparecí no inspiraba ninguna confianza. Allí no estaban ni Rinconete ni Cortadillo, tampoco Donald Duck (god save) ni Alicia (Vikander, si puede ser) … intenté pedir socorro y articulé como pude mi grito más desesperado ¡Fumanchuuuú!... pero allí nadie se dio por aludido.

Sólo estaban mi madre, otra señora y un tío vestido de blanco con mascarilla, y yo no entendía nada.

Tal vez todo aquello fuera una premonición de lo que habrá tenido que haber sido para ser quien estoy siendo, como diría Jacobo Lacan más tarde.

domingo, 1 de agosto de 2021

      Una cierta mañana, después de un sueño muy inquieto, me desperté con la idea loca de ser una especie de monstruo muy sencillo. Y ya sabemos que no hay nada más complicado que la sencillez. Quiero decir, un monstruo nada complicado, pues era lo más parecido a uno de esos  odradek kafkianos: una especie de carrete parlante hecho con hilos. En mi caso no estoy seguro de que los hilos que me constituyen sean metálicos, quizás sí, para cumplir mejor mi tarea. No lo sé. Me había convertido en un odradek de mí mismo. Tengo entendido que los odradek, como requisito, son siempre de alguien para poder cumplir su función. 

      Durante el sueño, era un amanecer oscuro cuando tuve la certeza de que allí, en pleno centro de mi casa, pasaban cosas raras. Tuve un presentimiento grisáceo: podría tratarse de la celebración de liturgias negras. Había gente con vestidos cortos, aunque también figuras que me parecían femeninas, y algunas otras iban ataviadas con hopalandas negras. Sin embargo, los oficiantes eran figuras unificadas pues no se distinguían si eran machos o hembras. A su alrededor había una especie de demones jibarizados que separaban a los asistentes en grupos. Los miembros de uno de estos jíbaros, apelotonados en un pasillo, llevaban mondadientes en la boca. Tal vez para trinchar niños o trozos de carne adulta, porque le oí decir a uno: 'dame una libra de carne de la parte que elijas de tu cuerpo, pero que sea una buena libra de carne magra'. Y aquellos demonios conminaban a los de los grupos a cortarse sus propias libras cárnicas para entregarlas a los oscuros seres. Y todo aquello era realizado con extraña servidumbre. 

      Ya despierto, en un momento determinado tuve la duda de si realmente no seguía yo soñando, porque el sentimiento de realidad era tan real como el que se alcanza en los sueños. No era la primera vez que soñaba con misas negras celebradas en mi casa, y que me dejaban en la pituitaria un fuerte olor a chamusquina. Ahora que vuelvo a revivir esta  liturgia sigo con la misma incertidumbre de si estoy soñando despierto. Me abruma no saber porqué ni para qué ocurre esta parainfernalia.

    Por lo que comprobé después, el centro de mi casa se había convertido en una de las espeluncas negras donde se ponen en contacto los demonios, que en su juventud fueron gorditos, con otros enjutos y semisecos. Uno de los oficiantes actuales resulta ser uno de los otrora gorditos o buditas, dijo alguien. Era un gordito de antaño que ahora estaba aforado, por lo que consideraba que, con su pedigrí, podría volver a disparar a quienes se cruzaran en su camino. Tenía una escopeta que sólo disparaba disparates sin ninguna gracia. Aquel oficiante era un tanto tonto porque creía volar con seguridad en el globo propio de su vanidad. "Era un alma fea hegeliana ", dijo una vez Aristós Mystikós.  

      Siempre había oído decir que en aquellos oficios siempre moría alguien. Y yo pensaba que conmigo no iba la cosa y vivía como si no pasara nada cuando empezaron los disparos disparatados. Aún así, seguí y sigo igual, completamente tranquilo. Hasta que una noche alguien soñó que yo era el asesino. Y ese alguien fue justamente el oficiante de antaño que les nombraba, el heresiarca oficiante de la misa negra de marras. Aunque ha pasado el tiempo todavía recuerdo su nombre, pues mientras oficiaba aquella misa oscura, se oía el murmullo de los feligreses que le nominaban con sus noms de plume: "Enricreído, Enriquecido".

    Sin embargo, sigo manteniendo el equilibrio precario propio de toda existencia de odradek. Es decir, colocarme bien en la escalera para saludar a los que suben y bajan y advertirles de algunos peligros que pueden amenazar su integridad. Por ahora no he tenido ninguna amonestación parental preocupada. 

    ¡Ah! Toda su obra es un centón.

Aristóbulo
Némesis
Atapuercos Pordoquier
Jaén, 1968