domingo, 20 de mayo de 2018

INCERTIDUMBRES

      Hoy me miro en el espejo del baño con espanto. Me veo con cara-de-grito-de-Munch. Esto de Munch no es habitual en mí, otras veces me ha pasado el verme con cara-de-niño-tipo-pífano-de-Monet o de Lazarillo-de-Tormes-de-Zurbarán.
       Pero eso no quita que otras veces sea yo quien me ponga caras, por ejemplo, la del perro-de-Goya o la de un arlequín picassiano.
       Además, esta semana mi preocupación ha aumentado porque estos fenómenos también afectan a mi voz: algunos días me levanto con voz de barítono o me paso el día haciendo falsetes sopraniles.
      Cada vez con mayor frecuencia he llegado a pensar que, en realidad, no sé quién soy, porque de pronto mi voz suelta gallos y mis caras son más difusas que las de Bacon.
      En mi confusión mental, fíjense ustedes, sólo las palabras -—que per se son inciertas—, me dicen algo. Ahora oigo como si alguien dentro de mí me dijera: no sé si tú eres guaraní, quechua o moteca, pero tu nombre es Tirapú. Y esta voz me calma.

Aristóbulo
1917—1918

ELEMENTOS PARA UNA SUBJETIVIDAD


Sólo los idiotas se hacen caso a sí mismos, pero como la idiotez es contagiosa, se imantan de los otros-sí-mismos y hacen lo propio con ellos.
José Bergamín escribió algo en alguna parte sobre la mentecatez, considerándola la verdadera enfermedad (mental, supongo) por excelencia, por mortal y epidémica. De este modo terminan todos los idiotas alimentándose de bulos. Por eso se les ve tan obesos, obscenos y obsesos.
Hace poco pasaron por mis ojos los Cuentos Completos de Susan Sontag. De uno de ellos, 'Declaración', extraje este recordatorio que llevo bien guardado en mi portafolías:
            "Yo, Sísifo. Me aferro a mi roca sin necesidad de que me encadenéis. ¡Quietos! La hago rodar hacia arriba, arriba. Y...allá 
vamos. Mirad, empiezo a hacerla rodar nuevamente hacia arriba. No intentéis disuadirme. Nada, nada podría arrancarme de esta roca."
Aristóbulo
Mayo de 1918