viernes, 20 de marzo de 2020

jueves, 19 de marzo de 2020

POR SUPUESTO QUE SÍ

  Todas las mañanas me despierto sobresaltado tras un sueño inquieto y proceloso en el que yo vivo en Gilead. Es una sensación extraña, porque cuando me levanto parece que la frontera entre la vigilia y el sueño se disipara. Estoy todo el día con la sensación de estar sometido a un omnivoyeur absoluto, a un panóptico de Bentham gigantesco y omnipresente, como si aún estuviera dentro del mismo sueño. Todo esto me recuerda el ambiente sartreano donde los otros, el Otro como él dijo, es infernal.
    Los días son grises y la primavera está muy cerca, aunque ya no cantan los pájaros. Sólo los gallos negros anuncian la noche oscura.
    En el sueño de límites difuminados hay vigilantes uniformados y armados por las calles, de forma permanente, de tal manera que desde que salimos y volvemos a casa, lo hacemos todos sujetos a su mirada. Te piden la identificación y los visados de autorización que te permitan estar allí y a esa hora. Minuciosamente calculan los trayectos más cortos entre destino y procedencia, de modo que está prohibida cualquier circunvalación y, lo que es peor, cualquier circunloquio en el control. Te dicen: “¡Sea conciso y claro! ¿Qué hace aquí y para qué?” Y me dan ganas de responderles “¡No todos somos aforistas como ustedes, rediós!”. Nunca lo hice, no sabía el precio a pagar por ello, por eso bajaba la cabeza y callaba.
    Cuando, solo en mi cama, desperté esta mañana, al ver mi ropa allí preparada, caí en la cuenta que soy un épsilon, ¡horror!, que en realidad vivo en Citatecnia y que también trabajo en el diario Lo que pasa, como linotipista con jornada reducida.
   Tras asearme y prepararme un desayuno con soma y café con leche malteada, recordé mi preocupación, es decir, estas ideas que rondan constantemente por mi cabeza y terminé llamando al único psicoanalista permitido y con licencia para tener consulta abierta tras el AUVC20 (Acuerdo Unánime para La Vida en las Ciudades de 2020). Entre las ofertas que me ofrecía el respondedor automático de su teléfono, elegí la número tres, sesiones Hipnopédicas con dos opciones: telemáticas o presenciales. Así que marqué 3B. Me dieron hora para hoy a las 11’45h.
    Son las 7’00h y estoy preparado para salir a los Espejos Negros (o espacios negros por su oscuridad) donde proliferan Sabuesos Mecánicos que rastrean cualquier abandono del Orden y de la Quietud.
    Desafortunadamente no estamos en Comala, ni en Macondo, o en Gottam, Región, Metrópolis, Wuhan… o en lugares como Winesburg (Ohio), sitios donde no pasa nada parecido a lo que aquí pasa.
   No lo había dicho, me llamo Guy Montag y también soy bombero.
      Por regla general me gusta el mundo donde vivo. No me quejo. Prefiero hacer mi vida, pero para serles sincero por una vez, diría que, en momentos, sólo en momentos, se me cruza por la cabeza la idea de cumplir exageradamente bien todo aquello que se me pide hacer… es decir, ser una especie de negativo de Bartleby -porque yo soy positivista a tope ¿saben?-, que dijera siempre Por supuesto que sí, pero a lo bruto, adelantándome si es posible al deseo del otro infernal y sartreano, taponando sus demandas previamente o, a más tardar, al instante. No hay cosa que joda más. Y todo con esa sonrisa que imagino en el Bartleby más seráfico.
    Todo esto lo hago, lo creo sinceramente, para evitar romper a llorar a cada instante por la prevista pérdida de mi mujer. Ella sabía desde que todo empezó que estaba en la lista PDPNE (de las Personas a Desaparecer Para no Entorpecer).
    Antes de morir, ella me dejó una nota de nevera recordándome lo que debía hacer. Decía así:

“Querido Guy
No sabes lo que voy a echar de menos estas notas, y sobre todo a ti. A la hora de la compra no te olvides de comprar siempre UN POCO DE TODO, cariño. Y recuerda siempre, siempre, siempre (no te vayas a meter en ningún lío) los tres lugares donde únicamente está permitido ir y con justificación. En tu caso:  Farmacias, Médicos Hipnopédicos de todo tipo y Supersomas. Y, por supuesto, los trabajos. Y tú tienes dos. ¿No estaban todavía deliberando cómo zanjaban ese asunto: si elegir uno o compatibilizar los dos?
¡Ah! No dejes de intentar conseguir un puesto de vigilante, dirán lo que sea de ellos, pero son quienes mejor viven.
Un beso, mi amor.
Te querré siempre.
Tu Gretta.”
   Esta fue su despedida. Como habrán visto siempre fue muy cariñosa. Yo también la quiero mucho.
    Por último, están pasando cosas muy raras, al menos para mí. Sin embargo, otros no lo ven así…no sé,  me gustaría saber porqué hay muchos que aplauden y hacen ruido con los calderos todos los días.
   No sé si lo recuerdan, me llamo Guy y soy bombero. Y ahora voy para allá.
  

Aristóbulo
Lo que pasa
2020