lunes, 17 de abril de 2023

INFERNO

    Un viaje vernical tierra adentro, cargado de resonancias, inició hace año y medio Beatrice. ¿Fue acompañada por Hermes, ese dios violador de fronteras? ¿Fue a escuchar las voces telúricas de los animales que allí habitan o a familiarizarse con los sonidos guturales de la gruta?

    La extraña  mujer reivindica su lugar ahí abajo, entre lo oscuro y lo húmedo, disfrazada de espeleóloga y absolutamente sola. Eremita inversa que hace un viaje interior a través del espacio inferior para estar a solas con su plexo solar y su entraña. Es un grito que se emite desde dentro y abajo, de lado y de frente. Es el grito de un ¡déjenme tranquila y en paz de una vez!, a pesar de ser una reivindicación silenciosa y radical del ser y del estar. Un estar, todo hay que decirlo, un tanto hierático, alejado de todo lo usual y movedizo.

    Tal vez sea una Orfeo en busca de la Perséfone de turno, perdida entre tarimas de escombros, para pagar su deuda ectomórfica.

    Beatrice no es alegoría del sueño de nada ni de nadie, sólo está ahí siguiendo los pasos de Teseo, Heracles y Orfeo, sin ofrecer ningún gallo a Esculapio. Un viaje al Leteo sin pasar por la Estigia...¿o sí? ¿Es acaso la primera mujer en hacer el trayecto de ida y vuelta? ¿Ha bebido el agua del Olvido? ¿Llevó consigo una copia del cuadro de Patinir que le sirviera como guía?

    Entre las interrogantes que revolotean, la alegría vital de los suyos al verla salir. Y los demás ocupados en medir los centímetros de sus pies.



Aristóbulo

El vértigo del punto ciego

Ediciones de la Anatomía Cruel.

Rimini, 1.234.